12 de diciembre de 2011

Pliego nº 35..............................'2ª Etapa'


Poema de Navidad

“¡Mira!” La pequeña señala con su diminuto dedo y sus grandes ojos negros y chispeantes las miles de luces que iluminan y adornan las calles, la multitud de figuras de pesebre que exponen los puestos del mercado navideño, ... no hay palabras para describir su ilusión, su cara de sorpresa, su rostro inocente.

El encendido de las luces de las calles marca oficialmente, en muchas ciudades y pueblos, el inicio de las fiestas de Navidad. Un período de tiempo que para algunos no es más que una época vacacional, mientras que para los cristianos evoca la celebración del día del nacimiento de Jesús el Hijo de Dios en un pequeño y sencillo portal de Belén. A su vez, en algunas culturas, dicha fiesta coincide con la tradición pagana de San Nicolás que se asocia al intercambio de regalos alrededor del árbol de Navidad.

Todos reconocemos que alrededor de esta fiesta cobran vida los buenos deseos, los encuentros familiares, la cercanía y acompañamiento a aquellos que están más solos... y, ¡cómo no! la tan preciada ilusión infantil. Precisamente, de los valores familiares que seamos capaces de transmitir a nuestros pequeños dependerá que continúen mirando el mundo alentados de una sana curiosidad por descubrir la vida, o, por el contrario sólo valoren el almacenamiento de regalos que la sociedad de consumo, en la que nos hemos instalado, provoca en muchos hogares la noche de Navidad -en el caso de los que celebren la tradición nórdica- o la noche de Reyes para los que celebran la fiesta de los Magos de Oriente.

Revivir las tradiciones que rodean estas fechas es una buena manera de transmitir creencias, recordar vivencias, dedicar más tiempo a la familia y jugar con los más pequeños. Al mismo tiempo, aletargados por la llamada a consumir sin saber muy bien porqué, como adultos se nos deberían plantear diversas cuestiones: ¿somos capaces de transmitir los valores que defendemos como responsables de nuestros hijos? ¿se debe ceder ante la insistente oferta de consumismo, (regalos, juguetes), …? E incluso valdría la pena llegar a preguntarnos si sería igual de ilusionante la Navidad sin regalos. En realidad la verdadera ilusión de esta festividad está muy por encima de los regalos. La verdadera ilusión es la esperanza de vivir algo especial y significante, ya sea para uno mismo, para aquellos con quienes lo compartimos...

El hecho de reunirse para montar el pesebre, la escenificación del acontecimiento más grande de la historia: el nacimiento de Jesús, puede ser una mera tradición convertida en vacua rutina... o realmente servirnos para transmitir de corazón el verdadero sentido de la escena vivida en Belén hace muchos años y que debería repetirse en nuestra vida y en nuestros corazones a diario. Para los cristianos cada una de las simbólicas figuras representa un personaje insustituible en aquella historia de amor. Construir el tradicional pesebre es verdaderamente un aprendizaje vital si les trasmitimos su verdadero sentido.

El nacimiento de un niño nos habla de vida, de pequeñez, de fragilidad, de humildad, de alegría y celebración. El nacimiento de Jesús, Hijo de Dios hecho hombre nos habla del Misterio, “porque Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14), como uno de nosotros. El misterio de Amor es Dios Padre, la expresión total es Jesús. La Navidad nos habla de ternura y esperanza. En palabras de Silesius “aunque Dios naciera mil veces en Belén, si no naciera en tu vida, Él viviría inútilmente y tú seguirías perdido”.

Ante el pesebre, embargados por tan gran acontecimiento, la pequeña recita el tradicional poema de Navidad:

El cielo es azul,
se respira paz.
Un pastor ve un ángel que le guiña un ojo,
le dice que Jesús ha nacido
y que vaya a visitarlo con todo su rebaño.
Mientras... los Reyes se van acercando
y les guía una estrella de larga y bella cola.
En Belén se encontrarán y lo adorarán.
Feliz Navidad

Anna-bel Carbonell
Barcelona (España)

Feliz Navidad




Atisbos


Aquí se recoge escritos y pensamientos de Dolores Bigourdan (Canarias 1903 - Barcelona 1989) con el fin de ofrecer a nuestros lectores un espacio de reflexión.

Son escritos y pensamientos algunos recogidos por ella y otros que forman parte del itinerario de su vida.

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“Dios no fuerza la mano a nadie, Él espera; Dios llama con una infinita paciencia; pero si uno se le pone en sus manos, no hay más que dejarle hacer a su manera; que es abandonarle nuestra pequeñita barca, todo corre de su cuenta, es asunto de Él, no de nuestra manera de ver.”


“Dios que cuida de todos con paternal solicitud, ha querido que los hombres construyan una sola familia y se traten entre si con espíritu de hermanos. La sagrada escritura nos enseña que el amor de Dios no puede separarse del amor al prójimo.”


12 de noviembre de 2011

Pliego nº 34..............................'2ª Etapa'


La infancia:
punta de lanza hacia un futuro más humano

«Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios. Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él»
Mc 10, 13-16

Hace pocos días celebrábamos el nacimiento del niño número 7mil millonésimo del planeta. «Esta es una oportunidad para celebrar nuestra humanidad común en toda su diversidad. También sirve de recordatorio sobre nuestra responsabilidad compartida de ayudarnos mutuamente y a nuestro planeta» dijo el Secretario General de las Naciones Unidas Ban Ki-moon. En un mundo más interconectado que nunca, los desafíos como la pobreza, la desigualdad, los derechos de la infancia y de la mujer, el envejecimiento y el medio ambiente nos concierne a todos.

Juan Miguel González Feria, director del Colegio Mayor El Salvador, de Salamanca, España, en su ponencia titulada “Líneas de futuro de la sociedad”* y enmarcada dentro de las XIII Jornadas Interdisciplinares que llevaba como título: “Barcelona, puerta europea de América”, organizadas por el Ámbito de Investigación y Difusión María Corral durante los días 1, 2 y 3 de diciembre de 1992, manifestaba que «La sociedad es la misma siempre. Su finalidad también: vivir en paz y alegría, y desarrollar así, integralmente, a todos sus componentes». Y para ayudar a lograrlo mejor, González-Feria menciona unas líneas, «un trabajo crucial y de tantas dimensiones» que involucra, como no, a toda la sociedad. Esas líneas que menciona en su ponencia González-Feria, versan sobre aspectos del ser humano y de la sociedad; teniendo por ser humanas, un alcance universal, aunque, claro está, inculturándose en cada lugar.

González-Feria menciona así pues, esas líneas que, «por ser prioritarias tienen mayor eficacia multiplicadora de sus efectos», las cuales son: la mujer; los niños; alcanzar la humildad óntica; libertad religiosa; ejemplo de otras libertades; paternidad más responsable; familias en verdad solidarias, hermanos en la existencia; dignidad del trabajo; honrar a los mayores; democracia en libertad; paz, ecología y otros.

Lo planteado por González-Feria en aquel año de 1992, se anticipaba al acuerdo que años más tarde, concretamente en el año 2000, en Nueva York, en el marco de las N
aciones Unidas, llegarían a firmar 189 estados del orbe y que darían a conocer como Declaración del Milenio y que se propusieron conseguir para el año 2015.

En la Declaración del Milenio se recogen ocho objetivos referentes a la erradicación de la pobreza y el hambre; la educación primaria universal; la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer; reducir la mortalidad infantil; mejorar la salud materna, combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades; garantizar el sustento del medio ambiente y fomentar una asociación mundial para el desarrollo.

Vemos pues, cómo muchos puntos de los que planteaba González-Feria, como líneas de futuro de la sociedad, coincide con los Objetivos del Milenio.

El gran reto: la infancia


Aunque a veces las cifras nos suenan a frías y sin entrañas, es necesario partir de ellas para ubicarnos en el centro del problema.

Así por ejemplo, a día de hoy, 1.200 millones de personas subsisten con un dólar al día, otros 925 millones pasan hambre, 114 millones de niños en edad escolar no acuden a la escuela, de ellos, 63 millones son niñas. Al año, pierden la vida 11 millones de menores de cinco años, la mayoría por enfermedades tratables; en cuanto a las madres, medio millón perece cada año durante el parto o maternidad. El sida no para de extenderse matando cada año a tres millones de personas, mientras que otros 2.400 millones no tienen acceso a agua potable.

Uno de cada tres niños en el mundo en desarrollo -o un total de más de 500 millones de niños- carece de toda forma de acceso a instalaciones sanitarias, y uno de cada cinco no dispone de acceso al agua potable.


Más de 140 millones de niños y niñas en los países en desarrollo -de los cuales el 13% tiene entre 7 y 18 años de edad- no han asistido nunca a la escuela. Ese es el caso del 32% de las niñas y el 27% de los niños en el África subsahariana, y del 33% de la población infantil rural en el Oriente Medio y África Septentrional.

González-Feria en su ponencia “Líneas de futuro de la sociedad”, manifiesta que «Los niños no pidieron nacer, pues no existían. Como nosotros, como todos, podrían no haber existido. Somos los adultos quienes les han engendrado y hemos posibilitado que sean. Los niños tienen derecho a ser acogidos y respetados siempre, ya desde su primer inicio en el seno materno; y a ser educados. Cada uno es un único e irrepetible ‘YO’. Por ello es, digamos, un desconocido, que además es libre. Sin embargo, no es un intruso con el cual se hubiera de estar ‘frente’ a él. Es un invitado a nuestra casa. Y al mundo». Y continúa: «Es más, los niños tienen derecho –sí, derecho- a un hogar con paz y armonía, donde sean queridos en su singularidad, cariño que necesitan para su normal crecimiento» Por otra parte, continúa González-Feria «Los niños nos recuerdan el mensaje prístino de la humanidad, deformado en nosotros por los avatares, circunstancias e intereses de la vida. Son unos pequeños profetas que, en este papel, a veces nos resultan incómodos»

Aunque los Objetivos del Milenio abarcan a toda la humanidad, se refieren principalmente a la infancia. ¿Por qué? Porque los niños son más vulnerables en la medida en que la población en general carece de elementos esenciales como alimentos, agua, saneamiento y atención de la salud. También son los primeros que mueren cuando sus necesidades básicas no son satisfechas.


La siguiente pregunta es, ¿por qué la infancia tiene derechos? Todos los niños y niñas nacen con derecho a la supervivencia, a la alimentación y nutrición, a la salud y la vivienda, a la educación y a la participación, la igualdad y la protección. Se trata de derechos consagrados, entre otros, en la Convención sobre los Derechos del Niño el tratado internacional de derechos humanos de 1989.


Debido a que las labores de lucha contra la pobreza comienzan con la infancia
, ayudar a que los niños y niñas desarrollen su pleno potencial también constituye una inversión en el progreso de toda la humanidad. Esto se debe a que, en esos años iniciales y fundamentales, la asistencia que se le puede prestar a la infancia logra los mejores resultados con respecto al desarrollo físico, intelectual y emocional de los niños y niñas. Y, cuando se invierte en la infancia, se conquistan más velozmente los objetivos del desarrollo, ya que los niños y niñas constituyen un importante porcentaje de los pobres del mundo.


Un salto cualitativo


Ya en tiempos de Jesús, tanto mujeres como niños eran los excluidos de la sociedad. Dejad que los niños vengan a mí, solía decir. Más de dos mil años después, parece como si no hubiésemos avanzado nada al respecto: mujeres y niñ@s siguen siendo excluidos de la sociedad, maltratados, vulnerados sus derechos, violentados. Dejad que los niños venga a mí, suena a un grito en el desierto. Grito que encuentra eco en las líneas del futuro de la sociedad, eco en los Objetivos del Milenio, pero ojalá y sobre todo, ojalá que encontrara recepción en cada uno de nuestros corazones y que cada uno de nosotros contribuyamos, con nuestro grano de arena, para hacer del mundo un lugar hermoso para cada uno de los niños que habitan nuestro planeta.


Hay que aprender el arte de acoger el Reino de Dios. Quien es como un niño —como los antiguos “pobres de Yahvé”— percibe fácilmente que todo es don, todo es una gracia. Y, para “recibir” el favor de Dios, escuchar y contemplar con “silencio receptivo”. Según san Ignacio de Antioquía, «vale más callar y ser, que hablar y no ser (...). Aquel que posee la palabra de Jesús puede también, de verdad, escuchar el silencio de Jesús».


*”Barcelona, Puerta Europea de América”. Belisario Betancur y otros. Editorial Edimurtra. Barcelona. 1993.


Mauricio Chinchilla
Barichara (Colombia)

Atisbos


Aquí se recoge escritos y pensamientos de Dolores Bigourdan (Canarias 1903 - Barcelona 1989) con el fin de ofrecer a nuestros lectores un espacio de reflexión.

Son escritos y pensamientos algunos recogidos por ella y otros que forman parte del itinerario de su vida.

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“¿Qué quiere Dios?
Que quiera ver las cosas, no comprendidas, como ellos me las dicen; y aceptar las nuevas enseñanzas como si el Evangelio se publicara hoy”



“Es magnífico tener a Cristo en uno mismo, sin sentirlo en sí. Rebuscar para hallar algo que revele sensiblemente la presencia de Cristo en uno y no encontrarlo. Y sin embargo estar seguro de que, por el simple hecho de estar en la voluntad de Él, se está en Cristo y Cristo en todos y en cada uno de nosotros.”


12 de octubre de 2011

Pliego nº 33..............................'2ª Etapa'


Liberar a los niños

Liberar a los niños no es cuestión de ambientes lejanos, sino que tiene sentido en nuestro mundo occidental donde hay situaciones de violencia, erotismo generalizado, ausencia, etc. que no respetan su libertad en crecimiento.

En distintos momentos de la historia ha habido pedagogos que han señalado la necesidad de liberar a los niños, como por ejemplo Alexander Neill, quién cree en la bondad natural del niño y en que su desarrollo moral ocurrirá necesaria y naturalmente, bastando con no ponerle obstáculos. En la escuela de Summerhill que fundó, el principio de libertad se traduce en orientaciones prácticas de auto-organización, auto-aprendizaje y auto-determinación de valores morales.

Sin embargo, Summerhill tiene normas que resultan de una decisión conjunta de alumnos y profesores en la Reunión o Asamblea en la cual a cada voz corresponde un voto. También hay un horario de las actividades comunes aunque no sea obligatorio comparecer. La escuela de Summerhill ofrece un principio de orden y un referente adulto, aunque no impositivos, por lo que se diferencia de otras escuelas libertarias alemanas.

Suele relacionarse esta perspectiva con la creencia de Rousseau en la bondad natural del hombre. Sin embargo, Rousseau distingue entre libertad y capricho y considera que padres y maestros no deben permitir que los caprichos dominen por no corresponder al desarrollo natural.

Liberar a los niños se puede entender en relación con dos frases de Jesús: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8,32) y “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis” (Lucas. 18, 16). Traducimos la primera en acciones concretas como estimular la curiosidad científica; denunciar miedos infundados; reconocer la riqueza de su mundo interior (los sentimientos y emociones, tanto positivos como negativos), distinguirlos y nombrarlos; reconocer cualidades propias y ajenas; distinguir entre aspiraciones, deseos y caprichos; reconocer lo que de aspiración a ser puede ocultarse en los deseos para poder estimularlo y dominar caprichos creados por el ambiente o la sensibilidad desajustada.

La frase “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis” supone que los niños se acercan a El de modo natural… Liberar a los niños es, en este marco, dejar que se acerquen a Dios, a la espiritualidad, pero también no ponerles dificultades para las relaciones humanas vitalizantes, que les permitan crecer en confianza, en amor, en generosidad, en abertura al mundo, en auto-superación. Es también crear las condiciones para escuchar a Dios, a los otros, a uno mismo (educar para el silencio) y para aprender a decidir de modo autónomo (darle lo que necesita para mantenerse en la existencia; proporcionarle las condiciones que le permitan crecer; respetar su identidad y su vocación).

María Concepción Azevedo
Barcelona (España)

Atisbos


Aquí se recoge escritos y pensamientos de Dolores Bigourdan (Canarias 1903 - Barcelona 1989) con el fin de ofrecer a nuestros lectores un espacio de reflexión.

Son escritos y pensamientos algunos recogidos por ella y otros que forman parte del itinerario de su vida.

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“Se ve el designio de Dios sobre la humanidad.
Considerar los hombres agrupados en sociedades = familias, donde cada uno trabajando su felicidad hace la felicidad de su próximo prójimo; donde cada uno ama al mismo Dios y a los hombres de tal manera que el amor del mismo Dios es común a todos y es la ligadura viviente que los acerca y los tiene bien unidos.
Tenemos estas vidas humanas que se desarrollan a través de los espacios y los siglos, este cortejo apretado de vidas indigentes, llamadas bajo el soplo de la gracia de Dios a obtener el amor que los perfecciona amándose, sosteniéndose los unos a los otros, como nos aconseja el viejo san Juan.
La perfecta vida humana es amar, amar a Dios y su prójimo de un solo y mismo amor”

12 de septiembre de 2011

Pliego nº 32..............................'2ª Etapa'


El gozo que se manifiesta en la relación de Dios con los hombres, cuando estos practican el mal

“En la “Conversación en el Desierto de Santa Eulalia” convocada por el Espacio Dolores Bigourdan, el pasado 16 de diciembre de 2010, sobre “La humildad trascendental”, se invitó al filósofo Jordi Giró para que hiciera una aportación sobre el importante tema del Mal. Se partía de un texto de Alfredo Rubio de Castarlenas sobre la aceptación –gozosa- del pecado, que “nos ha merecido tal Redentor” (San Agustín).

“La humildad trascendental es aceptar que en el mundo hay pecados; no solamente que el mundo y los humanos somos limitados, de lo cual se deducen dolores y padecimientos, sino esa especial limitación que es ser pecadores, hacer el mal libremente, padecer el mal evitable, el mal absurdo y sin sentido que hacemos los humanos. ¡Y aceptarlo con alegría! Claro que esta aceptación gozosa no es resignación y pasividad frente a los pecados, al contrario, es la mejor manera de luchar para evitarlos en adelante; pero los anteriores a mi concepción, en los cuales no tuve responsabilidad alguna, ¡benditos sean!, de lo contrario yo no existiría, ¡…y me alegro tanto de existir! Es lo que canta la Iglesia en una liturgia tan solemne como la noche de Pascua: ¡oh, feliz culpa que nos mereció tal redentor! (Alfredo Rubio de Castarlenas)

El profesor Giró, al comenzar, quiso resaltar la alegría que despierta la constatación de la particular relación de Dios con el hombre, que se manifiesta precisamente cuando éste obra el mal.

Referente a la relación de Dios con el mal, recordó a Jacques Maritain en la obra Dieu et la permission du Mal, que apunta dos ideas provocadoras. La primera es que Dios no es responsable del mal; ni directamente, provocándolo, ni indirectamente, permitiéndolo. En contra de lo que algunos piensan, Maritain dice que Dios es absolutamente inocente del mal del mundo.

Y la segunda idea es que el mal no tiene entidad positiva. El mal, dice el mismo autor, no es un ser, sino ausencia de bien. Es como un parásito, que vive del bien del cual se alimenta, y sólo de él; de tal manera que cuando ha matado al ser del cual vive, que le ha chupado toda la sangre, también muere él. Su condición de posibilitad es la vida y la energía del que parasita. El mal sería, entonces, una forma de parásito.

Sin embargo, se suele identificar el mal como una fuerza de signo negativo, contrapuesta a la del bien. Bien contra mal, en una eterna lucha manifestada en películas como "La guerra de las galaxias". En sentido más culto es lo que llamamos el maniqueísmo.

El origen del bien es Dios. El origen del mal, el hombre. Es una iniciativa humana. Adán y Eva introducen el mal abusando de su libertad. Cuando hacemos el mal, cuando “pecamos”, provocamos el “des-ser”. Maritain usa un neologismo curioso: dice que, al hacer el mal, “néantons”, que "nadeamos".

Explicaba el profesor Giró que en la parábola del hijo pródigo (Lc. 15, 11-32) éste hace el mal, pero convencido que para él es un bien. Se descarría como la oveja perdida. Hace el mal por ignorancia, y desconoce en realidad qué es el mal. En cambio, en el perdón de la mujer adúltera (Jn. 8, 1-11), no hay arrepentimiento de ella, ni reconocimiento explícito del mal producido. Pero Jesús aquí, como juez, también la perdona. Jesús no pone ninguna condición previa para su perdón.

Y se preguntaba el profesor: ¿Qué pasa con aquellos que hacen el mal consciente y intencionadamente, y no por error o inconsciencia, queriendo el mal como tal? Y respondía: Pues que estos también son perdonados.

Jesús nos presenta un Dios del cual sólo podemos esperar su amor misericordioso. De Dios nunca podemos esperar el mal.

Jordi Giró se refirió al gozo del cual habla Alfredo Rubio en la presentación del tema, que no es la aceptación del mal, ni su aprobación, ni ninguna clase de relativismo que confundiera las fronteras entre el bien y el mal. Sino que esta alegría nos describe una situación. Es a través de la experiencia del mal, que descubrimos, por contraste, la profundidad y la gratuidad del amor de Dios.

Es en la relación que Dios tiene con los hombres que hacen el mal, donde se manifiesta realmente la esencia de Dios amor. De Él sólo podemos esperar: ¡Amor! Acogida, perdón, alegría, fiesta, banquete... ¡De Dios solamente podemos esperar EL BIEN!

Es de esta certeza, en la confianza en Él, que surge la alegría de la Pascua: “¡Oh feliz culpa que nos has manifestado este amor tan grande!” Tan grande que transforma la muerte en vida definitiva: es el mensaje de la resurrección del Cristo.

Terminó comentando que tenemos una tendencia a interpretar el mal como contrario al bien, incurriendo en errores de tipo maniqueo. Es la consecuencia inaceptable, de pensar en un Dios que lo sería todo, menos amor incondicional. Sin embargo, no llegamos suficientemente a las últimas consecuencias de la incongruencia de estos prejudicios que tenemos sobre Dios. Debemos de revisar la teodicea a la luz del Evangelio -¡la buena noticia!- del Dios de Jesús.

Atisbos


Aquí se recoge escritos y pensamientos de Dolores Bigourdan (Canarias 1903 - Barcelona 1989) con el fin de ofrecer a nuestros lectores un espacio de reflexión.

Son escritos y pensamientos algunos recogidos por ella y otros que forman parte del itinerario de su vida.

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Mis hermanos no son siempre simpáticos y sobre todo son distintos. Y esto es muy duro.
Distintos, todos distintos, imponiéndome cada uno algo particular, algo raro, que me molesta, y me desorienta.
Cada uno me impone algo que tengo que admitir.
Y es duro admitir que los demás sean de esa manera.
Cada uno me impone algo que he de comprender; eso no siempre me apetece. Es pesado.
Cada uno me impone algo que he de amar. Que tengo que meter en mí, tal como ellos quieren. Aún cuando me sea costoso, o que me parezca absurdo.
Es pesado Señor, amar a mis hermanos.
Señor que nunca me cierre a los demás.
Guárdame, Madre mía, de clasificar a mis hermanos.”

12 de agosto de 2011

Pliego nº 31..............................'2ª Etapa'


Vivir en Caridad: amándonos como Dios nos ama

“Amaos los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 15, 12). Este es el mandato nuevo, el de la caridad. Pero podríamos preguntarnos: ¿se puede mandar amar? Si el amor por definición es fruto de la libertad responsable, parece que no se puede mandar amar. Benedicto XVI se enfrenta y resuelve esta cuestión en su Encíclica “Deus caritas est” (n.16): “el amor no se puede mandar; a fin de cuentas es un sentimiento que puede tenerse o no, pero que no puede ser creado por la voluntad” pero añade un poco más adelante: “Él nos ha amado primero y sigue amándonos primero; por eso, nosotros podemos corresponder también con el amor. Dios no nos impone un sentimiento que no podamos suscitar en nosotros mismos. Él nos ama y nos hace ver y experimentar su amor, y de este «antes» de Dios puede nacer también en nosotros el amor como respuesta.” (n. 17). Es decir al mandarnos amar, nos está pidiendo que pongamos en acto aquello de que somos capaces porque Él ha tomado antes la iniciativa de amarnos. Otra posible interpretación complementaria la ofrecía el sacerdote Alfredo Rubio: es la palabra “mandato”. No es mandar en el sentido de ordenar, sino mandar como enviar: Jesús nos envía a amar.

Por otra parte “amar con amor de Dios” parecería una pretensión insostenible para los seres humanos limitados, volubles, contingentes. ¿Quién puede amar con el amor con que Dios nos ha amado? En teología el sentido analógico es fundamental, cuando afirmamos por ejemplo “Dios es bueno” y “Juan es bueno” ¿lo decimos exactamente en el mismo sentido? No, porque la bondad en Dios es infinitamente mayor que la de Juan. ¿Lo decimos, pues en sentido totalmente, diverso? Tampoco, la bondad en Dios y la bondad en Juan tienen algo en común. Lo decimos en sentido analógico: en cierto modo es igual, en cierto modo es distinto.Sin embargo, más allá de disquisiciones teológicas, los seres humanos sí que podemos amar con un amor desinteresado, generoso, abnegado, un amor que es un reflejo del amor de Dios. Y ello es posible hoy porque ha sido posible en todas las épocas y circunstancias. Tenemos un ejemplo preclaro en tantos santos y santas. Escribe el Papa al finalizar esta encíclica: “al confrontarse « cara a cara » con ese Dios que es Amor (...) se explican las grandes estructuras de acogida, hospitalidad y asistencia surgidas junto a los monasterios. Se explican también las innumerables iniciativas de promoción humana y de formación cristiana destinadas especialmente a los más pobres de las que se han hecho cargo las Órdenes monásticas y Mendicantes primero, y después los diversos Institutos religiosos masculinos y femeninos a lo largo de toda la historia de la Iglesia.

Vivir en caridad pues ha sido y es posible y ha sido y es necesario.

Jaume Aymar Ragolta
Barcelona (España)

¿Quién acaso ha prohibido la ternura?





¿Quién acaso ha prohibido la ternura?
¿Qué código ni humano ni divino?
¡Si amar a todos, es cabal destino
y caminos abrir en la espesura!

En esta vida ¿no es lo que perdura?
Pasa la Historia, el odio y el camino.
Sólamente el amor llega con tino
a dianar en toda criatura.

Amar es nuestra acción en cada instante,
con la vista y la voz; dando la mano
para ayudar, dar paz; nunca distante.

Con su vida, Jesús nos lo refiere.
Sin ternura imposible ser cristiano.
Sin ella el mundo languidece y muere.

Alfredo Rubio de Castarlenas
Sonetos en la Ermita


Atisbos


Aquí se recoge escritos y pensamientos de Dolores Bigourdan (Canarias 1903 - Barcelona 1989) con el fin de ofrecer a nuestros lectores un espacio de reflexión.

Son escritos y pensamientos algunos recogidos por ella y otros que forman parte del itinerario de su vida.

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“La Fe y la Esperanza, es la oración quién nos la da.
Sin la oración cartujana no tendremos Caridad.
Es en la oración que Dios se revela en nosotros.
Son la Fe y la Esperanza, que dilatadas por la oración (cartuja, cartuja y cartuja) quienes quitarán de nuestros caminos todos los obstáculos y rastrojos que es la obsesión de uno mismo.
La oración es ya amor, ella da y hace pedir; pero hay momentos en que se hace laboriosa, pesada, desconcertante. Por un lado ella es caridad y por otro una especie de virtud necesaria y voluntaria.
Este es su lado vivido, continuo.
Pero el que sabe rezar, quien quiere darse, quien puede decir Abba en el fondo de su corazón, en todas las circunstancias de la vida cotidiana; ese tendrá caridad.

12 de julio de 2011

Pliego nº 30..............................'2ª Etapa'


Resarcir a Dios, Ser Santos

“Esta es mi silla”, “yo tengo todo el derecho a ocupar este asiento”, “desde siempre esto ha sido para mi”, “yo tengo derecho de toda la vida a estar aquí”… ¡Cuantas afirmaciones arriesgadas e incluso algunas de ellas absurdas! Si en la vida ordinaria estas actitudes nos parecen prepotentes y de un dominio inmerecido, cuando las atribuimos a nuestra relación con Dios, acompañadas de tantas exigencias, todavía es más absurdo.

¿Por qué no nos preocupamos más en pensar el por qué estoy aquí, o pensar qué don Dios me ha concedido para que yo pueda estar aquí i ahora en este mundo? Muchas veces la gratuidad y la libertad de Dios contrastan con la opinión que yo tengo sobre la gratuidad y la libertad. Fácilmente pretendemos atar de manos a Dios, creyendo que nosotros somos imprescindibles y necesarios.

Dios soñó para los humanos un mundo de paz, de alegría y de paraíso, pero esto lo hemos trasmutado y manipulado de tal manera que poco se parece al proyecto originario de Dios. Lo hemos convertido en algo muy distinto a lo que Dios sueña para nosotros. La creación del ser humano es una maravillosa y sorprendente realidad, distinta a la creación de la naturaleza con sus mares, sus montañas, bosques, animales, etc.

Dios dotó al hombre de una capacidad de libertad desconocida en el universo. Libertad humana que se conjuga con la libertad de Dios. ¡Qué gran contenido de comunión representa para los humanos! Dios seguro que soñaba con unos hombres y mujeres “de paraíso”, así es como nos lo describe el libro de Génesis.

El proceso ideal de crear una humanidad llena de amor, contrasta con tantos desamores y rebeldías de los humanos que nos parece como si Dios fallara ante la gran fuente de caridad que es Él mismo.

Lo que Dios sueña para el hombre no siempre se cumple, a causa, precisamente, de la libertad humana. Pero si los humanos no fueran libres, serían como meros robots del designio divino. A pesar de que no somos lo que dios soñaba, Él nos ama infinitamente y no escatima esfuerzos para que seamos redimidos por medio de la Pasión de Cristo y su Resurrección. Ciertamente se trata de ese Dios humilde y cercano a la humanidad el que nos conduce a la redención. ¡Cuán necesaria es la gratitud de los humanos para con Dios! Es la misma humildad que Dios tiene para con nosotros lo que nos salva.

La redención no se entiende si no es desde la gratuidad (Dios, lleno de amor desinteresado quiere salvarnos), y desde la gratitud que es uno de los grados más sublimes de la humildad. Tampoco se entiende si no es desde la alegría; no olvidemos que la muerte redentora de Cristo conlleva una resurrección redentora. Las infidelidades de los humanos en forma de odios, guerras, hambres, desconsideración, iras, celos… parece que frustren el plan de Dios. Sin duda todos estos acontecimientos de anti-caridad alteran los planes de Dios. Alfredo Rubio comentaba en una charla que dio el 25 de abril de 1991 en Talanquera: “¡Qué humildad reconocer que yo y todo el mundo con sus pecados frustramos continuamente los nuevos planes de Dios! Entonces naturalmente, visto que somos culpables de frustrar los planes de Dios, de que no nazcan los que Él deseaba, pues tenemos que hacer penitencia al máximo para reparar este daño. (…) Reconociendo el daño que uno ha hecho, pues, es otro grado de humildad” Por tanto esta penitencia no es otra –indica Alfredo Rubio- que esforzarse en ser santos para resarcir a Dios por todos los pecados míos y de los demás.

Dios nos ha creado, a pesar de no ser los que Él hubiera deseado. Son otros que Él ha creado a pesar de todo. Nosotros, en este contexto de humildad, es decir de santidad, a partir de la gratitud, de la alabanza, de la paz y de la alegría, podemos resarcir el camino. Nos abrimos al Espíritu que es el que nos ayuda a avanzar hacia la santidad. No se puede ser santo desde la vanidad, sino desde la humildad y por la penitencia. Ésta no consiste en darse azotes o terribles privaciones sino en un constante acto de amor al prójimo, amar a pesar de todo, aunque no exista correspondencia e incluso haya anti-amor. Debe ser un gozo amar como Dios nos ama. Poder colaborar a que se realice el verdadero “paraíso” que Jesucristo inaugura.

Josep Maria Forcada
Barcelona (España)

Ser santos para resarcir a Dios


Cuando en una ocasión, hace muchos años atrás, me preguntaron qué quería ser yo en la vida, a qué aspiraba, contesté: “quiero ser santa”. Después de decir esto, me sonrojé enormemente pues sentí que quién era yo para pretender algo de estas características. Más aún, cuando sentía y siento constantemente mi límite y mi pecado. Por otro lado, ¿qué habrían pensado los que escucharon mi deseo? Quizás se llevaron una imagen de una persona vanidosa con aspiraciones grandilocuentes y fuera de la realidad. Después de esto nunca más me atreví a expresar verbalmente mi aspiración más profunda,… aunque seguía bullendo en mi interior. Un día, le oí decir a Alfredo Rubio de Castarlenas que la santidad no es una especie de regalo que nosotros le ofrendamos a Dios, sino que la santidad es resarcir a Dios del daño que le ha causado nuestra ofensa y, a la vez, resarcir al prójimo del daño que causan nuestros pecados. O sea, la santidad ¡es resarcir! Concebir la santidad como un resarcir, nos salva de la vanidad y nos vuelve más humildes.

¿Qué implica resarcir, cómo se hace? Resarcir es hacer la voluntad de Dios y su voluntad es que nos amemos los unos a los otros como Él nos ha amado.

Resarcir más con obras que con palabras. Y, más que obras, el amor que se pone en ellas, pues como afirmaba santa Teresa de Jesús “Que el Señor no mira tanto la grandeza de las obras, como el amor con que se hacen…” (Las Moradas, Sta. Teresa de Avila); o, como decía Alfredo Rubio, no se trata tanto de hacer cosas con amor, sino ser amor que hace cosas.

Para ello, hay que abrirse al Espíritu Santificador, que desciende cuando deseamos en verdad que nuestra voluntad sea una con la voluntad del Padre. Para que el Paráclito venga y actúe es necesario primero pasar por el calvario, decir no al mal y hacer un proceso gradual de humildad. La humildad es condición para que podamos estar abiertos a los dones del Espíritu Santo. Esta progresividad en la humildad no es un ascender sino más bien un descender, como ya señalaba San Benito describiendo los doce grados de humildad o Alfredo Rubio en su profundo escrito “A nivel del campo, la hierba y su raíz”, en el cual nombra diez grados de humildad. Ambos se refieren a una espiritualidad desde abajo, que eleva a Dios descendiendo a las profundidades del hombre. También Santa Teresa, en su Libro de la Vida, afirma que “este edificio todo va fundado en humildad, mientras más llegados a Dios, más adelante ha de ir esta virtud, y si no, va todo perdido. Y parece algún género de soberbia querer nosotros subir a más…” Por su parte, Santa Clara de Asís, desde un principio se aplicó a levantar el edificio de todas las virtudes sobre la base de la santa humildad.

Pareciera pues que la humildad es la puerta por la que entran los dones del Espíritu Santo para ayudarnos en nuestra misión de resarcir a Dios y al prójimo. Ser “ayudadores” de Dios en la tarea de ajardinar el mundo, de irlo convirtiendo en el Paraíso que Él soñó para la humanidad. Este concepto de ser ayudadores de Dios, es algo que tanto Teresita de Lisieux, Antonia de Oviedo (se llamaba a sí misma ‘coadjutora de Dios’) o Etty Hillesum ya vivían. Etty Hillesum estando en el campo de concentración, sentía que "si Dios cesa de ayudarme, seré yo quien tenga que ayudar a Dios"... Este "ayudar a Dios" lo repite una y otra vez y es fundamental en sus escritos.

Quizás esto nos pueda acercar a una imagen de Dios más menesteroso, en el sentido, de que Él también anhela nuestro amor, nuestra amistad, nuestra ayuda.

Y, probablemente, la mejor manera de resarcirle sea precisamente estando contentos de la existencia que Él nos ha regalado, haciendo de ella un canto permanente de alabanza como el de Santa Clara: “Alabado seas Señor, porque me has creado”. Ya que resarcir es decirle también que lo que Él ha hecho está bien, todo está bien, la creación es una maravilla, el universo, su mayor obra de arte. Y, no sólo diciéndolo, sino viviendo de acuerdo a ello. Eso significa vivir con alegría, ser pacificadores, de fe intrépida, portadores de esperanza y llamas de caridad.

Lourdes Flavià Forcada
San Francisco de Chiu Chiu (Chile)

Atisbos


Aquí se recoge escritos y pensamientos de Dolores Bigourdan (Canarias 1903 - Barcelona 1989) con el fin de ofrecer a nuestros lectores un espacio de reflexión.

Son escritos y pensamientos algunos recogidos por ella y otros que forman parte del itinerario de su vida.

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“Santa Teresa siempre hacía lo mejor. Dios hizo por mí lo mejor. Yo tengo que hacer por Él, en nuestro prójimo lo mejor.”


“Es preciso que nuestra vida de cristianos sea sólo actos de testimonio de nuestra descendencia de Dios con nuestra unión con caridad y suavidad, respetando sus ideas porque no hemos estado enseñados o preparados para esto no podemos comprenderlo; seamos humildes para reconocer nuestra incapacidad y Dios nos utilizará en el momento oportuno y a la manera de Cristo; quizás nosotros haremos ese apostolado sin percatarnos, porque es Dios que lo hace en nosotros.”


“Ser el buen samaritano de tantos corazones agrios, de espíritus inquietos, de conciencias perturbadas, tener un delicado respeto, la ciencia de las almas.”


12 de junio de 2011

Pliego nº 29..............................'2ª Etapa'


Ser humildes

Desde la Torre Eiffiel, en París, o desde un rascacielos de las modernas ciudades, podemos contemplar la visión panorámica de toda una urbe, que bulle en su dinámica más humana, social y compleja. Desde lo alto parece que dominemos todo aquello que cubre nuestra vista.

Recuerdo que en mi adolescencia, estando en un punto alto de nuestra ciudad, mi padre me dijo que quería explicarme lo más importante para realizarme en mi vida. Mientras iba introduciéndome en el tema, mi mirada contemplaba aquel inmenso panorama que estaba bajo mis pies. Una sensación de dominio y de una cierta prepotencia invadía mi estado de ánimo.

Sin embargo, todo mi castillo imaginario que había ido creciendo dentro de mí, se hundió al escuchar unas palabras concretas que me pronunció: "Lo más importante en tu vida de relación con los demás es: pedir la cosas por favor y saber dar las gracias".

Aquel doble consejo se me quedó guardado en mi conciencia como un eco que va repitiendo las palabras, y penetrando en lo más hondo de mí: saber ser agradecido y solicitar las cosas humildemente, sin prepotencia.

Y aún en el colmo de sus palabras me recitó como un axioma: “esto es lo que te dará la alegría de vivir”.

A lo largo de la vida he ido aprendiendo que estamos deseosos de hacer el bien, pero que a menudo hacemos las cosas mal hechas, o las hacemos a disgusto de los demás. O simplemente actuamos con egoísmo o actuamos con maldad.

Quizá deberemos comprender, que si éste es nuestro caso, deberemos hacer penitencia reconociendo el mal causado, para poder formar parte plenamente del gozo de vivir en una relación con la sociedad. Todo ello nos ayudará a ir profundizando en nuestra humildad trascendental. Tan propia del ser humano. De cada hombre y de cada mujer.

José Luis Socias Bruguera
Barcelona (España)

Amar, la mejor penitencia


En la historia de la Iglesia han existido muchas y muchos penitentes. Algunos más reconocidos que otros e, incluso, considerados santos e inspiradores de estilos de vida. Tales son los casos de algunos padres y madres del desierto, santos como Jerónimo o María Egipciaca, por mencionar un par de ejemplos.

En estas personas, ¿qué ha habido en común? Pues todo un proceso de reconocimiento de sus limitaciones y el daño que de ellas se puede desprender y, luego, un anhelo de mejorar, de encaminar sus pasos tras las huellas de Jesús.

Existe el estereotipo de la penitencia como un autocastigo, herencia de tiempos pasados. Incluso en las representaciones de muchos penitentes, estas los muestran acompañados de objetos con los cuales se castigaban. Actualmente, intentamos vivir más y mejor en la concepción de Dios-Amor. Dios no castiga y, por ende, tampoco desea que nos castiguemos nosotros mismos. Dios es perdón y nos convida a perdonarnos tal y como lo hace Él: incondicionalmente.

¿En qué se traduce, pues, la penitencia en nuestros días? En todo un ejercicio de conciencia de nuestros límites y de caridad para aceptarlos y hacer de ellos camino de santidad. Este ejercicio conlleva un grado de humildad muy hondo. Saberme realmente limitado implica años de conocerme, de aceptarme y quererme como soy. Incluso siendo no el que yo quisiera, sino el que en realidad soy.

Casi siempre nos hacemos mal o se lo hacemos a otras personas, precisamente por no reconocer nuestros límites, por no ser humildes. La mejor “penitencia” es reconocerlos e intentar hacer de esos límites nuestro motivo de búsqueda de Dios. La penitencia se ha de expresar en amor.

Esta manera de “andar en verdad” como llamaba Santa Teresa a la humildad, nos hace querer ser santos, es decir, reconocernos hijos de Dios y amar esta condición. Hacer penitencia, reconciendo nuestros límites y el daño que estos provocan, es abrirnos al Espíritu Santo. Somos frágiles y fallamos a menudo, por tanto, hemos de ser muy humildes y prontos a enmendar nuestros errores. Solos no podemos, necesitamos la ayuda de Dios presente en las personas y en la realidad que nos rodea. Él está siempre diciendo: ayúdame a ayudarte.

Javier Bustamante
Badalona (España)

Atisbos


Aquí se recoge escritos y pensamientos de Dolores Bigourdan (Canarias 1903 - Barcelona 1989) con el fin de ofrecer a nuestros lectores un espacio de reflexión.

Son escritos y pensamientos algunos recogidos por ella y otros que forman parte del itinerario de su vida.

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“No deberíamos nunca odiarnos. ¡Hay tan poco tiempo para amarse!”.


“La revelación del Evangelio nos enseña el amor de Dios inseparable del amor a los hombres”


“Dejarse amar es ser humilde”

12 de mayo de 2011

Pliego nº 28..............................'2ª Etapa'


La Caridad engendra paraíso

Quién no ha pasado alguna tarde, o alguna noche de insomnio especulando sobre Qué habría acontecido si yo no hubiera..., qué hubiera pasado si yo hubiera..., y así infinitas contingencias imaginarias, que difícilmente se darán alguna vez, pues su posibilidad de ser ya pasó.

Ante las decisiones fuertes -y no tan fuertes- en la vida, es fácil que nos planteemos las infinitas alternativas que podrían surgir decidamos una u otra cosa. Y es en estos momentos en que se nos hace más patente que nuestras opciones y decisiones marcan el curso de nuestra vida, y de los que nos rodean.

Pero no es frecuente que esto que vemos tan claro, a la hora de tomar nuestras decisiones, lo veamos con igual claridad a la hora de pensar en términos más amplios, como la humanidad. ¿Qué hubiera pasado si Adán y Eva no hubieran pecado, si no hubieran faltado al amor, si no hubieran tenido tanta soberbia? ¿Vivirían los seres humanos de ahora en una situación de paraíso? ¿Algún otro ser humano en la cadena de generaciones hubiera dejado de amar y perdido el paraíso?... No lo sé, pero una cosa sí se segura, que si Adán y Eva no hubieran pecado, yo no existiría. Si Adán, Eva y sus descendientes hubieran seguido en situación de paraíso, se habrían producido a lo largo de los tiempos otros encuentros, otros enlaces... nosotros -los que hoy existimos-, no existiríamos. Y resulta que esos otros seres hipotéticos que no llegaron a nacer nunca -pues sus antepasados frustraron los planes de Dios de amarse-, son los que Dios hubiera deseado que realmente existieran: hombres y mujeres nacidos en un mundo lleno de amor, de caridad mutua, de paz y alegría, etc.

Los seres humanos, que hoy existimos, somos fruto del pecado. Y no sólo del pecado de nuestros primeros padres, sino de la continua cadena de pecado que seguimos cometiendo los hombres, desde ese primer pecado, que nos llevó a perder el paraíso. Los seres humanos con nuestro pecado, con nuestra soberbia, frustramos continuamente los planes de Dios, y continuamente trastocamos la Historia. Pues Dios deseaba -y sigue deseando- que en la tierra nazcan y se desarrollen seres humanos en un entorno de paz y alegría, que las personas vivan en un humus de amor y mutua caridad.

Generalmente, cuando nos referimos a los "planes de Dios", pensamos en hechos, en iniciativas, en proyectos o grandes empresas, acciones, etc. Nos fijamos tanto en el qué emprendemos que casi no tenemos en cuenta el cómo emprendemos. Sin embargo, en los “planes de Dios” el cómo es fundamental, y por ser fundamento es primero que el qué. Nuestras acciones -ya sean vender flores o montar obras asistenciales- serán más acordes al plan de Dios, en tanto en cuanto, tengan su origen en el amor, y se desarrollen en caridad. Si esto es así, fácilmente producirán frutos de caridad a su alrededor y entre las personas, y como mancha de aceite, se irá esparciendo y generando un humus de caridad cada vez más fecundo entre las personas. De este grupo humano que vive en caridad, no cabe duda que nacerán mejores generaciones, que si viviera en medio de odios, rencores y guerras.

Dios deseaba que la humanidad se amara, y deseaba unas generaciones fruto de ese amor. No es el caso de quedarnos atrapados ni en un pasado que ya fue, ni en quiméricos futuros que no serán. Pero no cabe duda que la mejor manera de preparar el futuro para las generaciones que vengan -sean quienes sean-, es que los presentes nos amemos con el cómo que Cristo nos mostró. Esta será sin duda, la tierra más fértil para una humanidad más acorde con los planes de Dios.

Maria Viñas
Barcelona (España)


Somos pecadores y frustramos los planes de Dios


El proyecto de de Dios -desde su condición de Creador- es la comunión plena con su creatura. Es ésta la condición propia del ser humano: una creaturalidad llamada a la comunión con su creador como fuente de su propia realización. El sueño de Dios con su creatura es el llamado a la comunión amorosa. Hombres y mujeres, en su condición creatural, hemos sido llamados a la armonía amorosa con el creador. Esta es nuestra vocación!

La renuncia, o el rechazo al amor de Dios, es lo que en términos bíblicos se llama pecado. Este constituye la frustración de los planes de Dios con respecto al hombre. La certeza de la bondad de Dios, que quiere compartir su ser divino con el hombre, abre las puertas para la comprensión del pecado como frustración del proyecto salvífico de Dios. En la Sagrada Escritura, faltar a Yahvé es faltar al proyecto de Dios, lo que, en último término, significa la quiebra del mismo ser del hombre en su constitución más íntima como ser llamado a la comunión. El pecado es, así, una lejanía opcional del hombre con respecto a Dios y su vocación de comunión. Se quiere construir la vida desde una autonomía orgullosa y suficiente que no presta oídos al proyecto divino (cf. Sal 94,7-11; Heb 3,7–4,11). De allí que, desde el punto de vista antropológico, el pecado es perder el camino, desviar el objetivo vital; y, desde el punto de vista teológico, es la frustración de los planes de Dios.

En el trasfondo de los relatos de los primeros capítulos del Génesis (cf. Gén 3-11) se encuentra la convicción de que el pecado prototípico del hombre consiste, en último término, en una decisión que frustra el plan de Dios y cambia las relaciones que constituyen la vida misma del hombre. El hombre creado para realizarse en la comunión con Dios (paraíso), se convierte, a partir de la renuncia a dicha comunión, en extraño para sí mismo (su mujer y hasta su propio hermano de sangre se convierten en sus enemigos -Caín mata a Abel-); la creación se rebela contra el mismo hombre y se torna hostil (el diluvio); las relaciones con los otros y con el Otro, fruto del engreimiento humano, se hacen incomprensibles, agresivas y competitivas (Babel).

De allí en adelante toda la historia toma un matiz diverso al objetivo inicial: el hombre, creado para buscar a Dios, se convierte en el buscado por Él. Toda la historia salvífica es un esfuerzo divino de acercamiento al hombre, ofreciéndole su llamado a la comunión, oferta que, por no ser escuchada, pone al descubierto la libre opción pecaminosa del hombre que quiere realizarse de espaldas a su creador. La Alianza de Yahvé con Abraham (cf. Gén 12), como recomienzo de las relaciones de Dios con su creatura, queriendo conformar un pueblo para sí, no tiene un final feliz a lo largo de la historia bíblica. Que todos pecamos y que todos nos hicimos pecadores desde el comienzo, por libre opción, es la constatación de la Sagrada Escritura. Así lo expresa el libro del Génesis con su relato prototípico del pecado y así lo van verificando históricamente todos los libros de la sagrada Escritura, narrando las expresiones concretas, existenciales e históricas de ese pecado de los orígenes. Todos esos relatos nos colocan frente a la hondura y significación de este misterio de necedad humana que conlleva en su interior la propia deshumanización y la falta de sabiduría para realizar la existencia.

En el segundo Testamento, a partir de Jesús, encontramos la revelación plena de lo que significa la comunión con Dios, a la que estamos llamados, y lo que significa el pecado como negación de esa comunión. Jesús, el hombre perfecto, manifiesta de manera histórica el sueño original de Dios. En Él emerge la condición plena del hombre: no hay realización posible fuera del camino trazado por Dios, pues la constitución esencial del hombre, como ser llamado a la comunión, es pura gracia divina que invade su ser y su realización histórica en términos comunionales de paternidad-filiación. De allí que, en Jesús, el pecado adquiere su real dimensión: es, por una parte, un escándalo y un atropello existencial a la gracia divina y una frustración del proyecto original de Dios, y, por otra, es la frustración de la posibilidad de realización histórica del hombre como ser personal y social. Por eso, para el autor del cuarto evangelio, no hay mayor pecado que no abrirse a la oferta de salvación ofrecida en y a través de Jesús (cf. Jn 8, 24). La acogida de Jesús abre la perspectiva al ser humano de restablecer su realización vital entrando en la órbita de la comunión con Dios con los otros y con el cosmos. Ahora, en Jesús, el Dios creador, quiere reinar y ejercer su señorío sobre la creación como Padre amoroso, revelando nuestra condición filial, y nuestra relación con los otros y el cosmos en términos de fraternidad. Sólo en esta comunión, en su triple realización, el hombre encuentra el objetivo final de su existencia como realización del proyecto original de Dios. Lo que se salga de ahí es errar el camino, es entrar o mantenerse en la esfera del pecado. Es este pecado lo que el segundo Testamento describirá en términos de idolatría, insolidaridad e impiedad. El hombre pierde la vida en la búsqueda desordenada de pequeñas cosas constituidas en ídolos, confundiendo la creatura con el creador (Rm 1, 23-25; Ef 4, 19; 5, 5; Lc 12, 13-32 ), o se es incapaz de mirar a los otros y atender sus necesidades (cf. Mt 18,15; 21-22; Lc 17,4; Lc 18,1-8; Lc 16,19-31), o se llega, incluso, a construir la propia vida ofreciéndose a sí mismo la salvación, considerándose justo ante Dios (Lc 18,9-14) y ante la mirada de los hombres (Mt 23,28), presumiendo no necesitar la oferta de la salvación (Mc 2,17), y obstinándose en vivir en las tinieblas (Jn 9,41; cf Jn 8,24).

Pero en Jesús resplandece la realización del hombre en comunión con Dios como superación de la opción pecaminosa de construir la existencia sobre sí mismo. Las parábolas de la misericordia de Lc 15, revelan la infinita alegría de Dios que sale al encuentro de lo perdido. Quién se deja encontrar en Jesús por la paternidad amorosa de Dios, quien experimenta en él su desbordada ternura, quien siente a través de él su inusitada alegría al encontrar al extraviado, experimenta su vida como puro don y gracia y reencuentra el camino que lleva a la comunión y a la realización existencial, restituyendo el proyecto salvífico original.

Así lo afirma Pablo en la exposición bíblica más sistemática y profunda sobre el pecado en el mundo (cf. Rm 1-3). La reflexión está enmarcada entre dos afirmaciones sorprendentes: «Evangelio... es poder de Dios para la salvación de todo el que cree..., la justicia de Dios se manifiesta en él por la fe» (1,16-17), y «se ha manifestado la justicia de Dios... en Jesucristo al pasar por alto los pecados del pasado» (3, 21-26). Lo que Pablo expone entre ambas afirmaciones no es para condenar al mundo, sino para salvarlo (Jn 3,16-17 y Rm 11,32). De esta manera, si ciertamente somos pecadores y frustramos lo planes de Dios, también es cierto, y mucho más, que donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia (cf. Rm 5, 20). En Jesús, en su misterio total de vida, muerte y resurrección, encontramos la revelación de la misericordia divina como oferta de gracia y de perdón. En Jesús, hombre nuevo, como fuente de gracia y perdón, se nos da la plena comprensión de Adán como fuente de pecado. Si por libre opción somos pecadores, por pura gracia creacional somos llamados a la comunión como el constitutivo más propio de nuestro ser.


Así, entonces, Dios, en Jesús, venciendo el pecado, se revela como defensor y aliado del hombre en la lucha contra el enemigo común -el pecado-, y comprometido eficazmente con él mediante un plan de salvación, al que el mismo pecado se opone y obstaculiza.

Alvaro Cadavid Duque
Medellín (Colombia
)

Atisbos


Aquí se recoge escritos y pensamientos de Dolores Bigourdan (Canarias 1903 - Barcelona 1989) con el fin de ofrecer a nuestros lectores un espacio de reflexión.

Son escritos y pensamientos algunos recogidos por ella y otros que forman parte del itinerario de su vida.

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“Nuestras fuerzas son limitadas pero la fuerza de Dios no tiene límite. Señor ¿qué quieres que haga? Señor ¿qué esperas de mi? Señor ¿qué puedo hacer para complacerte?”


“Yo no he querido que los hombres estuviesen aislados en el tiempo y en el espacio. No he creado una humanidad que sus miembros estén separados los unos de los otros; simplemente yuxtapuse. La humanidad que he concebido es una, sus miembros actúan e influyen unos sobre los otros. Todo hombre que lo quiera o no, actúa en su prójimo. Toda su vida resplandece de si, en bien o en mal.”


“Amar por el amor de Dios es amar lo Divino. Amar a los demás en Dios será precisamente amarlos por sí mismo.”

12 de abril de 2011

Pliego nº 27..............................'2ª Etapa'


Qué gran maravilla produjo el amor

Para mi el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo representa un lugar entrañable, por liberador, al arribar en ambulancia el 11 de mayo de 1975, desde Granada. Llegaba estando accidentado y encamado cuatro años: ese era mi mundo… como viéndolo todo a través del agujero en una talanquera. Permanecí ingresado durante un año más, sometiéndome a varias operaciones, recibiendo rehabilitación, compaginando con estudios, curso de fotografía, inglés… El Hospital de Parapléjicos fue el trampolín desde donde pude “saltar al exterior” con mi silla de ruedas: Valencia, Barcelona, Madrid, Cádiz.

Regresé de nuevo 18 años después al Hospital, esta vez ya no como paciente. Acababa de ser ordenado sacerdote y fui invitado por los capellanes del servicio religioso para celebrar mi primera misa con los pacientes, sus familiares y personal sanitario…

También asistieron a la celebración Carmela, Pepe y José Miguel, su hijo. Tenían un regalo para mí, unido a sus francas sonrisas. Así nos conocimos.


José Miguel llevaba hospitalizado varios meses. Carmela y Pepe me contaron que su hijo, con 14 años, tuvo una meningitis aguda estando en Taizé (Francia), en un encuentro de oración con la comunidad ecuménica fundada por el Hno. Roger Schutz.

La situación actual era que había quedado sin poder hablar, respirando a través de una traqueotomía y sus brazos y piernas totalmente inmovilizados, cotidianamente alternando la cama adaptada y la silla de ruedas. Sus sentimientos, su inteligencia, sus ojos, sus oídos… permanecían espléndidamente activos. José Miguel se comunicaba a través de su mirada, de su arraigada y franca sonrisa familiar, y de un panel con las letras del abecedario.


Les visité en varias ocasiones en su domicilio de Adra (Almería). Fueron momentos de gozosa intensidad. Una fiesta cada encuentro. Compartiendo la grandeza que conlleva la fragilidad humana; la oración de los gestos. Su humildad transformaba todo en certeza; desterrando la amargura. Pepe, Carmela y José Miguel, en medio del quebrantamiento, traslucían palpable que estando inmersos en el amor cualquier situación agigantada puede afianzarse con paz y alegría. Saboreaban un trocito de cielo, aceptando con intrepidez el más valioso de los tesoros.

En mi última visita, José Miguel no estaba físicamente. Se marchó… armónicamente con su silencio rebosado.

Su padre en una carta me confesaba: “Es cierto que el amor, en todos los ámbitos de la vida, es una gran maravilla. Especialmente creo en el amor que José Miguel nos hace llegar desde su espíritu, desde su alma... Con esas fuerzas en el amor, en la esperanza, en la fe, doy gracias a Dios, aunque hay momentos enervados que lo haga muy a regañadientes…

José Miguel: Libérrimo, planeas ya en el ilimitado cielo del corazón amoroso de Papá Dios.

Julio Lozano
Cádiz (España)

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Abril de 2011
Querido amigo Julio:
El amor, cada día te puede dar una sorpresa. Unas veces, justamente cuando lo estás necesitando, otras cuando recapacitas serenamente el momento que estás viviendo, otras... en cualquier momento. Porque no importa el momento, importa el mensaje y siempre llega en buen momento.
Este medio día, cuando telefoneaste, amigo Julio, Carmela estaba en la cocina preparando la comida, yo estaba casi adormilado sentado en la mecedora, esperando que llegara nuestro hijo Bernardo. Ha sido una gran sorpresa. Siempre que un amigo toca a tu puerta lo es. Pero hoy ha sido un momento muy especial y te lo agradecemos. La marea estaba bajando y no era conveniente. Siempre quedan zonas al descubierto que son maltratadas. Pero hoy han sido cubiertas con tu mensaje de voz, y muy especialmente por el contenido,... que hemos podido regar el rostro de una manera muy especial.

Como siempre, recibe un fuerte abrazo.

PD: te envío una copia de un escrito que yo hacía en mis notas.

Pepe

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Hoy 23 de enero de 2011

No es hoy, 23 de Enero, un día agradable en casa. Y no precisamente porque el día este gris, haga frío, una temperatura poco habitual para nosotros. Tampoco lo será mañana,... porque, un día como hoy precisamente fue el día que José Miguel nos dejó para siempre. Al menos físicamente, porque en nuestros corazones,... en nuestras diarias conversaciones, siempre está presente. Solo tenía 14 añitos recién cumplidos cuando la enfermedad se apoderó de él..., 31 de JULIO DE 1992. Terrible y tremenda enfermedad,...casi fulminante,... que pudo resolver parcialmente con grandísimos y dificilísimas situaciones a todo lo largo del tiempo que duró su enfermedad. Pero pudo y supo entenderla. Hasta el punto que nos enseñó tres principios inolvidables.

· Supistes aceptar dignamente tu enfermedad, tu dependencia total. No solamente en casa, en la calle, en el Centro Hospitalario con total naturalidad que siempre sorprendía a todos.

· Supistes enseñarnos que hay otra forma de vida. Sin exigencias, dando alegrías y satisfacciones a los demás sin pedir nunca nada a cambio. Para ti el sacrificio no era un esfuerzo. Lo importante era la unidad familiar.

· Supistes dar ejemplo y hacernos la vida fácil. Te permitías dar consejos a otros, a mayores, a hombres, a mujeres,...y

Tus detalles se pueden contar por docenas cada hora. Los que hemos podido disfrutar viviendo junto a ti, los que hemos podido compartir tantos y tantos momentos, solo nos queda la satisfacción de haberlos podido compartir y hoy poderlos recordar con satisfacción, aunque tu ausencia siempre será un gran dolor. Pero podemos presumir de las muchas cosas buenas que nos ha dejado; las podemos contar y,... entre sonrisas,...y lagrimas a vez, volver a disfrutar de tu recuerdo. Tú no puedes hacer ni repetir lo que nosotros hacemos todos juntos. Pero siempre tu presencia, en espíritu... esta y estará con nosotros. Y seguramente también estará su espíritu presente, en personas que pudieron recibir parte o alguno de sus órganos para mejorar su condición de vida. Son personas desconocidas para nosotros, pero presentimos alegremente que perciben su espíritu, reviven sus momentos de satisfacción, de mejor vida.

Parece que fue ayer, pero ya se cumplen seis años del día en que llegó su hora. Hora que desconocemos en cada uno, que no tiene que ser necesariamente por edad, por género, por guapo ni feo, por ser bueno o ser malo…, no, nunca es necesario un aviso previo, siempre toca a tu puerta sin haberlo solicitado, ni siquiera haberlo deseado. No, no eres tú quien elige, tú eres quien tienes que aceptar. No puedes pedir aplazamiento, ni prorroga,... ni siquiera una prolongación leve de tiempo para despedirte de tu familia,... de tus amigos,...no. Somos nosotros, tu familia, tus amigos los que tenemos que acudir a una cita, donde todo son lamentaciones. Insatisfactoriamente nos reunimos, nos miramos, hacemos largos silencios,... respiraciones en suspenso nos hacen entornar los ojos porque no queremos ver... ni ser vistos. Solo la fuerza que tú nos das, es la que nos mantiene alejados de la tristeza permanente que tu fallecimiento nos dejó. Como cada día, hoy te recordamos y te seguimos queriendo con las fuerzas de siempre. Por eso, hijo mío te digo: José no nos abandones y sigue manteniendo vivo tu espíritu, el que nos haces llegar cada día, el que nos da las fuerzas de vida en cada momento.

Como cada noche... un beso, que descanses y hasta mañana.

Pepe Díaz