12 de diciembre de 2011

Pliego nº 35..............................'2ª Etapa'


Poema de Navidad

“¡Mira!” La pequeña señala con su diminuto dedo y sus grandes ojos negros y chispeantes las miles de luces que iluminan y adornan las calles, la multitud de figuras de pesebre que exponen los puestos del mercado navideño, ... no hay palabras para describir su ilusión, su cara de sorpresa, su rostro inocente.

El encendido de las luces de las calles marca oficialmente, en muchas ciudades y pueblos, el inicio de las fiestas de Navidad. Un período de tiempo que para algunos no es más que una época vacacional, mientras que para los cristianos evoca la celebración del día del nacimiento de Jesús el Hijo de Dios en un pequeño y sencillo portal de Belén. A su vez, en algunas culturas, dicha fiesta coincide con la tradición pagana de San Nicolás que se asocia al intercambio de regalos alrededor del árbol de Navidad.

Todos reconocemos que alrededor de esta fiesta cobran vida los buenos deseos, los encuentros familiares, la cercanía y acompañamiento a aquellos que están más solos... y, ¡cómo no! la tan preciada ilusión infantil. Precisamente, de los valores familiares que seamos capaces de transmitir a nuestros pequeños dependerá que continúen mirando el mundo alentados de una sana curiosidad por descubrir la vida, o, por el contrario sólo valoren el almacenamiento de regalos que la sociedad de consumo, en la que nos hemos instalado, provoca en muchos hogares la noche de Navidad -en el caso de los que celebren la tradición nórdica- o la noche de Reyes para los que celebran la fiesta de los Magos de Oriente.

Revivir las tradiciones que rodean estas fechas es una buena manera de transmitir creencias, recordar vivencias, dedicar más tiempo a la familia y jugar con los más pequeños. Al mismo tiempo, aletargados por la llamada a consumir sin saber muy bien porqué, como adultos se nos deberían plantear diversas cuestiones: ¿somos capaces de transmitir los valores que defendemos como responsables de nuestros hijos? ¿se debe ceder ante la insistente oferta de consumismo, (regalos, juguetes), …? E incluso valdría la pena llegar a preguntarnos si sería igual de ilusionante la Navidad sin regalos. En realidad la verdadera ilusión de esta festividad está muy por encima de los regalos. La verdadera ilusión es la esperanza de vivir algo especial y significante, ya sea para uno mismo, para aquellos con quienes lo compartimos...

El hecho de reunirse para montar el pesebre, la escenificación del acontecimiento más grande de la historia: el nacimiento de Jesús, puede ser una mera tradición convertida en vacua rutina... o realmente servirnos para transmitir de corazón el verdadero sentido de la escena vivida en Belén hace muchos años y que debería repetirse en nuestra vida y en nuestros corazones a diario. Para los cristianos cada una de las simbólicas figuras representa un personaje insustituible en aquella historia de amor. Construir el tradicional pesebre es verdaderamente un aprendizaje vital si les trasmitimos su verdadero sentido.

El nacimiento de un niño nos habla de vida, de pequeñez, de fragilidad, de humildad, de alegría y celebración. El nacimiento de Jesús, Hijo de Dios hecho hombre nos habla del Misterio, “porque Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14), como uno de nosotros. El misterio de Amor es Dios Padre, la expresión total es Jesús. La Navidad nos habla de ternura y esperanza. En palabras de Silesius “aunque Dios naciera mil veces en Belén, si no naciera en tu vida, Él viviría inútilmente y tú seguirías perdido”.

Ante el pesebre, embargados por tan gran acontecimiento, la pequeña recita el tradicional poema de Navidad:

El cielo es azul,
se respira paz.
Un pastor ve un ángel que le guiña un ojo,
le dice que Jesús ha nacido
y que vaya a visitarlo con todo su rebaño.
Mientras... los Reyes se van acercando
y les guía una estrella de larga y bella cola.
En Belén se encontrarán y lo adorarán.
Feliz Navidad

Anna-bel Carbonell
Barcelona (España)

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