12 de septiembre de 2013

Pliego nº 56

Santificar las fiestas

Unos mil años antes el nacimiento de Jesús de Nazaret, el pueblo de Israel estaba en esclavitud en Egipto. Los hebreos habían emigrado a este país a causa de la sequía,  así como hoy en día siguen habiendo personas que salen de su país porque sufren hambre.

En un primer tiempo fueron bien acogidos,  pero poco a poco, los egipcios empiezan a sentirse amenazados por esos extranjeros cada vez más numeroso y deciden  restringir su libertad, hasta llegar a tratarlos como esclavos. Dios ve la miseria de su pueblo e interviene.  El pueblo de Israel hace entonces la experiencia de la salida de Egipto, del pasaje de la esclavitud a la libertad.

Dejando Egipto atrás, dejando la esclavitud, descubren que vivir en libertad no es tan fácil. ¿Ahora dónde vamos? ¿Ahora qué hacemos? ¿Ahora cómo nos organizamos? La cifra bíblica de 40 años de camino hacia la libertad, muestra bien que hace falta tiempo... y que además el camino es árido: es pasar, atravesar, un desierto. Esa constatación no ha perdido actualidad. La actual primavera árabe  es un buen ejemplo: los pueblos se han liberado de una opresión, pero cuánto cuesta ponerse de acuerdo, cuánto cuesta organizarse, cuánto cuesta respetarse.... ¡Que complejo es aprender vivir en libertad!

Es en este contexto, de un pueblo que busca vivir en libertad, que Moisés recibe el Decálogo: Díez Palabras para vivir en libertad. Sería erróneo reducir los Díez Mandamientos a una lista de obligaciones e interdicciones. El tercer mandamiento, Santificar las fiestas, no puede reducirse a la prescripción de la participación a la eucaristía dominical.

De hecho, el origen de este mandamiento está en dos textos bíblicos que hablan del shabat. Se trata de dos maneras diferentes  de explicar el shabat.  En Deuteronomio. 5,15 hace referencia a hacer memoria de la esclavitud en Egipto. Este recuerdo es una invitación: no os dejéis esclavizar, ni esclavizad a nadie. El shabat es pues un tiempo de libertad. El texto de Éxodo 20, 9-11 hace referencia al descanso de Dios, el séptimo día de la creación. Con su descanso, Dios invita al hombre a descansar. En la cultura hebrea se suelen decir las cosas dos veces pero de diferente forma. En relación con el tercer mandamiento se podría decir: si no eres capaz de tomar tiempo para descansar, pues estás esclavizado.

Para los cristianos, el sábado ha sido sustituido por el domingo, porque éste es el día de la Resurrección de Cristo. Es considerado como el primero de todos los días y de todas las fiestas. Podríamos decir que es un día para aprender a vivir en resucitado.

Festejar el sábado es hacer el paso de la esclavitud a la libertad. Festejar el domingo es hacer el paso de la libertad a la resurrección. No se puede festejar el domingo, sin pasar por el sábado.

La Iglesia ha llegado a una formulación generalizada de "santificar las fiestas", que ya no se limita al shabat o al domingo, sino parece que se extiende a todas las fiestas, tanto las religiosas como civiles... Las fiestas, el domingo, el sábado y todos las demás son tiempos excelentes para experimentar y aprender a vivir en libertad.

Pauline Lodder
Ginebra (Suiza)


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