12 de enero de 2014

Pliego nº 60


FIIT

Un día como hoy, hace 22 años, iniciábamos, primero en papel después en un blog digital, el pliego Nuestra Señora de la Paz y la Alegría.


Este pliego es en honor a Dolores González, viuda de Bigourdan, a quien llamamos Tante, una extraordinaria mujer que sabía escuchar y que con pocas palabras envolvía nuestro ser de profunda alegría y de serena paz.


Hoy, que celebramos 25 años de su fallecimiento, queremos rendirle un pequeño homenaje a través de lo que han dicho algunas de las muchas personas que compartieron vida con ella:





Tante nunca pidió nada. Fue llevada de aquí para allá, trasladada o dejada quieta, enviada en misión o dejada 'en reserva', ella siempre estaba igual; nunca pidió: denme esto, quiero vivir en tal lugar, quisiera hacer tal viaje; nunca. Para ella nunca pidió nada. Y esta actitud suya no era por una postura espiritualista o de indiferencia por un despego de las cosas o las personas; era más bien por un saciamiento, por una plenitud. Era por sentirse querida por Dios y también, supongo, por su familia, madre, hermanos, por su esposo y amigas y amigos y por nosotros” (A.R)

Con Tante aprendí que no siempre es necesario hablar, también se puede estar en silencio y transmitir muchas cosas y sentir que no estás sola sino con una persona amiga que comparte tus mismos objetivos, que te entiende y respeta, que no te utiliza ni te pedirá nada a cambio” (A.M)


No puedo olvidar la mirada de Tante: era una mirada sencilla y rica a la vez. Se tenía la sensación de que estaba leyendo -sin proponérselo- en el interior de uno y que sólo reconocía y daba importancia a lo mejor, a lo que uno podía llegar a ser si no traicionaba a su entorno, a la providencia y a sí mismo. Una mirada inteligente que no ignoraba el error o la mediocridad, pero simplemente no les daba importancia alguna porque los sabía superables. Una mirada dirigida a lo esencial, que era contemplación de aquella criatura de Dios que uno tenía que llegar a ser” (E.P)


Tante era una mujer fuera de lo común, increíble, excepcional. Sin mojigaterías de ningún tipo. Era un verdadero “misterio” de persona. Se podía descansar en ella. Inspiraba una confianza plena” (J.G)

Tante era así para todos los que nos acercábamos a ella, daba siempre la Buena Nueva, lo que necesitabas, te daba a Dios; fidelísima siempre a Alfredo, te daba a Dios” (J.H)


“Tía Lola, callaba y actuaba. Con sus actos transmitía mucha esperanza. Una cosa que hacía siempre era cogerte la mano. Por la mano transmitía fuerza, te daba un impulso” (G.I)

Tante cultivó en armonía la soledad y el silencio, la dimensión familiar, la amistad y la fiesta” (D.C)


Querría destacar de Tante su libertad interior, que la hizo actuar siempre como una persona responsable y autónoma en ambientes en que las mujeres aún solían estar más o menos sometidas a la autoridad de sus padres o maridos… No necesitó ser feminista para promover la dignidad de la mujer, empezando por la suya propia…. Su manera de ser elegante y femenina estaba desprovista de rebuscamientos y coquetería… Era una gran mujer que con su mera presencia suscitaba respeto, quizá porque ella respetaba a quienquiera que tuviese alrededor. Su gran fe y confianza en Dios la hacían moverse por el mundo como quien está en su casa, sin temores y sin avasallar a nadie” (L. S)

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A Tante, en los 25 años de su llegada a Casa.

Bodas de plata en la Casa has visto,
lo celebramos gozosamente hoy.
Decidiste al llegar: mi ser les doy,
pues ellos se lo dieron todo a Cristo.

Bien te decías: ¿para qué yo existo
si no es para Dios? ¿Qué es lo que soy
si hacia el Señor clavada en cruz no voy
y de su Sangre luz no me revisto?

Viniste al celebrar la cristiandad
santa Eduvigis, reina limosnera.
Total también tu generosidad,

y reinas en la Casa con amor.
Dejó de ser colegio como era,
Y ahora sí que es corazón mayor.

Alfredo Rubio

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Poema a Tante (28 de diciembre de 1987)

Oh. Tante abandonada noche y día
en nuestras manos, confiada,
y casi nunca preguntando nada
pues pocas veces preguntó María.

Oh. Tante. Reina de la casa mía
que en tu silla de ruedas bien atada
poco a poco te vas, crucificada,
viviendo en el silencio tu agonía.

Puedes vernos de pie, en tu dolor,
que quieres que así estemos para ir
a misionar a todo alrededor.

Tanto aquí, como allá siempre serás
intercesora presta a bendecir
y a cada uno, más santos nos harás.

Alfredo Rubio 



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